Tetralogía ad hoc
Escrito por Tiresias Jueves 20 de Julio de 2023 00:00
www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Shakespeare en Roma | Las cuatro piezas con las que William Shakespeare se adentró en la (intra)historia del Imperio romano se incluyen, cada tanto, en la programación del Festival de Mérida, aunque unas con mayor recurrencia que otras. Por suerte, en la última década hemos podido disfrutarlas —es un decir— todas ellas, si bien es cierto que con desigual fortuna: Coriolano (2014), de la mano de la compañía extremeña Aran Dramática; Tito Andrónico (2019), por parte de otra empresa regional, Teatro del Noctámbulo; Antonio y Cleopatra (2021), dirigida por José Carlos Plaza; y Julio César (2022), a cargo del argentino Complejo Teatral de Buenos Aires.
Pues bien, lo que ahora propone el Centro Dramático Galego es de traca: condensar en dos horas y media esas cuatro obras y no morir en el intento. Y lo hace con un arrojo que redobla la apuesta: encargando la dramaturgia y la puesta en escena de cada una de ellas a diferentes autores y directores. Aunque se reserva un as bajo la manga, que es el que dota de unidad y coherencia al conjunto: además de disponer de un único equipo artístico y técnico para los cuatro fragmentos, logra que el casi medio centenar de personajes que aparecen distribuidos por ellos sea interpretado por un elenco de solo ocho actores —Xurxo Cortázar, Sheyla Fariña, Keka Losada, Rebeca Montero, Fran Peleteiro, Marcos Orsi, Santi Romay y Toni Salgado—, que se desdoblan y multiplican en una tarea verdaderamente titánica.
Lógicamente, el ritmo de la función se ve condicionado por la multiplicidad de responsabilidades: el Coriolano dirigido por el portugués Rui Madeira y resumido por el ucraniano Volodymyr Snegurchenko —un guiño a la madre de todas las guerras presentes— resulta algo embarullado; sin embargo, la dramaturgia de Ana Carreira para Julio César, puesta en escena por el tándem María Barcala-Xúlio Lago, se convierte en la más sucinta, transparente y fiel del lote; Sara Rey insufla un bello dinamismo escénico a la versión de Antonio y Cleopatra de Ana Abad de Larriva; y, por último, Quico Cadaval explota el lado gore y cañero del Tito Andrónico abreviado por Lorena Conde.
Los intérpretes no escapan a esos altibajos, y están tanto mejor cuanto más rotunda es la propuesta que defienden. Al cronista le resulta enternecedor el acento gallego —qué otra cosa se podía esperar de la compañía que lleva cuatro décadas a sueldo de la Xunta de Galicia— y algo más incomprensible la atropellada dicción del brasileño Orsi, pero aplaude el esfuerzo global y la profesionalidad de una troupe que no se inmutó ni con el amago de tormenta —literalmente: cuatro gotas acobardadas, un tímido relámpago y un difuminado trueno— que hizo acto de presencia la noche del estreno.
Guerra, lucha de poder, injusticia, traición, envidia, ilegalidades, amor o venganza, serían algunas de las etiquetas empleadas si tuviéramos que catalogar esta tetralogía ad hoc. Y no descubre nada el cronista si advierte que todos y cada uno de los casos terminan mal. Es la lógica consecuencia de elegir como protagonistas de la historia solo a emperadores, reinas y generales: que la sangre y el dolor acaban salpicando a todos.