Secundaria Antígona
Escrito por Tiresias Sábado 25 de Julio de 2020 00:00
www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Antígona | Antígona es una de las inesquivables protagonistas de la (intra)historia del Festival de Mérida; y es, además, el paradigma de nuestra manida memoria histórica, esa que reivindica contra viento y marea el derecho —defendido por muchos como el deber— de enterrar a nuestros muertos. El mito sofocleo ha nutrido recurrentemente la programación del certamen veraniego, a veces hasta por partida triple, como aquel olvidable 2011 en el que, a la directora interina , Blanca Portillo, se le fue la mano endosándonos un trío de versiones desiguales, estimables pero insatisfactorias. La última de ellas, respetuosamente ortodoxa con el original en el fondo aunque rabiosamente heterodoxa en la forma, fue dirigida por un mexicano, Mauricio García Lozano. Y ahora es otro compatriota suyo, David Gaitán, el que firma su propia visión del asunto, poniéndose al frente de un proyecto que, por lo demás, respira una saludable extremeñidad.
Sostenía George Steiner que ‘Antígona’ reúne las cinco grandes confrontaciones de toda la historia de la humanidad. A saber: jóvenes contra viejos, hombres contra mujeres, vivos contra muertos, individuos contra sociedad y dioses contra humanos. Con semejantes mimbres resulta (casi) imposible hacer un mal cesto, pero Gaitán roza la hazaña, lastrado por un arranque discursivo en exceso. Por ventura, logra reconducir el asunto, merced a una paradójica vulgarización de la dolorosa belleza del trágico poema compuesto por Sófocles.
El mexicano, que ya había montado esta obra en su país hace un lustro, convierte la acción primigenia en un juicio sumarísimo que queda resuelto en poco más de hora y media. La tragedia deviene en melodrama y el desarrollo dramático es sustituido por la reflexión desbordada. Lo que resulta de tan osado experimento es un texto más propio para ser leído que subido a la escena pero que, como se dijo más arriba, se gana el favor del público avalado por su asequible inteligibilidad. La ‘Antígona’ de Gaitán se convierte así en un ensayo sobre la ‘Antígona’ de Sófocles o, lo que es lo mismo, en un indisimulado debate acerca de los dilemas que se plantean en esta última, trufado con pequeñas dosis de metateatro y con oblicuas aproximaciones a la contemporaneidad.
El cambio más notable respecto al original radica en la sustitución del adivino Tiresias por una figura conceptual y arquetípica bautizada como Sabiduría (Clara Sanchis), que ejerce como maestra de ceremonias del proceso, convertida en juez y parte, en fiscal y defensora, al mismo tiempo.
Pero el verdadero protagonista del entuerto es Creonte, encarnado con apabullante suficiencia por Fernando Cayo, que ordena desde la frivolidad y manda desde el sarcasmo. Por consiguiente, Antígona es rebajada a la categoría de antagonista en una propuesta que tiene mucho de tragicómica y, hasta bien entrada la función, no pasa de ser una secundaria espectadora de los insensatos abusos regios. Por suerte, Irene Arcos dota a la princesa tebana de una naturalidad que va ganando presencia y prestancia conforme su discurso y su vida se van acercando hacia el final, uniéndose muy dignamente a una larga nómina formada por María Fernanda D’Ocón, Ana Marzoa, Silvia Munt, Julieta Serrano, Victoria Vera, Blanca Apilánez, Bebe y Marta Etura, entre otras.
Los personajes se desenvuelven sobre una elipse rampante que funciona como simbólico separador de clases, y se sirven de un puñado de mesas y sillas polivalentes para armar las estructuras sobre las que se asienta un drama que termina dominado por la invasión de un enérgico coro juvenil que grita descaradamente contra la monarquía.
Al tratarse de la inauguración de una edición muy particular del Festival, el acto estuvo presidido por la Familia Real y un coro de políticos palmeros que piensan republicano pero actúan como serviles súbditos monárquicos. Como regalo a su presencia, el Rey real se llevó aprendida la lección que en la ficción recibe su trasunto: un pueblo digno tiene en su mano cambiar el final de la historia; un hecho sobre el que Gaitán carga las tintas. Aquí y ahora, los vencedores de las cinco confrontaciones advertidas por Steiner son los jóvenes, las mujeres, los vivos, la sociedad y los humanos: reflejo de un ‘zeigeist’ que, lenta pero inexorablemente, va dejando de oler a rancio.