(In)eficacia probada
Escrito por Tiresias Viernes 07 de Agosto de 2015 01:29
FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA
www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES |En la mítica ‘Historia general del socialismo’ dirigida por Jacques Droz puede leerse un magro estudio de Claude Mossé que apunta a ‘La asamblea de las mujeres’ como un claro antecedente de dicha ideología, advirtiendo en la famosa pieza aristofanesca una suerte de comunismo integral ‘avant la lettre’ en el que, por colectivizar, se colectiviza incluso el comercio de la carne humana... viva, se entiende.
Lo cierto es que algo de eso hay en la obra escrita por Aristófanes en el año 392 a.C., como lo había en ‘Lisístrata’ y, en menor medida, en otros de sus textos, pero aquí, como de costumbre, las buenas intenciones del comediógrafo ateniense se pierden entre indecencias y verdulerías, contradicciones e inconsistencias. Si alguna profundidad hubiere en los diálogos intercambiados entre sus mujeres (voluntariamente) masculinizadas y sus hombres (forzosamente) afeminados habría que buscarla en el fondo de las letrinas o, en el mejor de los casos, de cintura para abajo.
Ese era el hábito de un autor que se movía como pez en el agua entre la escatología y la procacidad, cuyos arcaicos planteamientos artísticos se antojan hoy tan trasnochados que el cronista no consigue encontrarles, por más que la busca, su razón de ser. Maldita la gracia de unos postulados que el público acepta a regañadientes al principio pero que, convenientemente aderezados, se convierten en un inofensivo trágala capaz de despertar carcajadas y aplausos; y estos, merced a las insondables leyes del contagio, consiguen voltear las sensaciones de la cávea, tornando en (aparente) éxito lo que de otra forma no hubiera pasado de (incontestable) fracaso.
Así sucede con la nueva puesta en escena de esta pieza que los recalcitrantes mandamases del Festival de Mérida (re)programan cada tanto pese a su probada ineficacia. Antes del caso que nos ocupa, fueron incapaces de sacar provecho a la ‘Asamblea’ Manuel Canseco (1982), John Strasberg (1999) y Laila Ripoll (2011), pues todos ellos decidieron complicarse la vida ‘aggiornando’, en mayor o menor medida, el texto original. Ahora, Juan Echanove tropieza con la misma piedra y, pese a llevarse la farsa al terreno chirigotero, después de pasearla por un cabaré (pseudo)erótico, no consigue elevar su propuesta por encima del accesible nivel en el que la dejaron sus antecesores.
Gran parte de la culpa la tiene el autor de la versión, Bernardo Sánchez, que toma el camino más trillado y previsible, dando rienda suelta a una desmesurada querencia por la palabrota y a un pésimo gusto a la hora de subrayar paralelismos entre los déficits estructurales de la democracia clásica y las insensateces coyunturales de la sociopolítica contemporánea, a la que viola descaradamente para sacarle unos cuantos chistes que provocan sonrojo.
Con ese regalo envenenado tiene que lidiar un plantel de actores que, en la mayoría de los casos, roza el ridículo, ya sea por iniciativa propia o por la manifiesta incompetencia de la dirección del espectáculo. De la quema solo se salvan la anarquía interpretativa de María Galiana, cuya espontaneidad arranca las mayores risotadas entre el público, y el calculado histrionismo de Pedro Mari Sánchez, que compone el mejor Blépiro que el cronista recuerda. Del resto, basta decir que Lolita, que afronta su Práxagora sin quitarse la bata de estar por casa, es lo menos malo.
Además de ellos, del desastre general se salvan el gran Juan Gómez Cornejo, que incluso en un trabajo meramente alimenticio como este sigue alumbrando como pocos las columnas del Teatro Romano, y Javier Ruibal, cuyas coñonas composiciones musicales terminan sabiendo a poco. Con todo, pobre balance para la apuesta más potente de la 61ª edición del Festival de Mérida, aquella que más representaciones acapara.