Lo malo de Bono
Lunes 08 de Octubre de 2012 10:52
www.nosolomerida.es | OPINIÓN | PENÏNSULA HISTÉRICA | Fue el 8 de abril del 92 cuando José Bono cayó en la cuenta de que "andan días iguales persiguiéndose". Desde entonces, por no ser menos, él también se dedicó a perseguir días. Neruda le abrió los ojos y Ramón Rubial le dio el empujoncito definitivo: el entonces presidente del PSOE le animó "a dejar constancia escrita" de su desencuentro con Guerra, que había respondido a la solicitud de amistad del manchego con su habitual cinismo: "No te puedo impedir que me tengas afecto". Bono, resentido, se borró del guerrismo e inició una serie de anotaciones que llegaron a alcanzar 17.000 folios y que formarán, si nada lo remedia, una trilogía de la que ahora se publica el primer volumen, Les voy a contar. Se aclara en la contratapa del pedantón artefacto que lo que encierra "son los diarios -no las memorias- de un político nada frecuente". Se agradece la advertencia, claro, pues por las vetas entresacadas y aliñadas convenientemente por la prensa amarillenta, uno adivina que eso de memoria tiene poco. Más bien parece un premeditado ejercicio de desmemoria; como si un Alzheimer selectivo se hubiera apoderado de su protagonista, que, faltaría más, luce más listo, más alto y más guapo, ahora que ha recuperado parte del cabello perdido, que cualquiera de sus compañeros de viaje. Bono habla mal, o regular, de todo quisque, incluidos algunos de los que fueron sus amigos, y con cada envenenada semblanza ajena va trazando su paupérrimo autorretrato. Lo malo de Bono es que padece casi todos los vicios de la decadente clase política española y no atesora casi ninguna de sus virtudes. Su libro de memorias, con perdón, debería llamarse "La vuelta a un ombligo en ochocientas páginas", según el acertado aforismo del gran Pepe de la Colina, que se queda corto en la vuelta aunque le sobren páginas.