Brillante (des)concierto

FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA - Tiresias

www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Safo | La última —y, si no me traiciona la memoria, la primera— vez que Safo apareció sobre la escena del Teatro Romano de Mérida, fue en 2013, encarnada por Ana Torrent en Fuegos, la adaptación del texto de Marguerite Yourcenar dirigida por José María Pou. Fue un montaje “hondo, lírico y romántico” —eso fue lo que el cronista escribió entonces—. El que ahora nos ocupa, dedicado en exclusiva a ensalzar su figura, también lo es. Pero lo que en aquella ocasión era íntimo y mesurado, esta vez se torna en desmadre y horror vacui.

Los textos de María Folguera, la puesta de Marta Pazos y la dirección musical de Christina Rosenvinge obran el milagro de recrear el universo sáfico a la usanza arcaica, es decir, musicado y cantado. Porque la poetisa nacida en Mitilene en el siglo séptimo antes de Cristo fue algo así como la primera cantautora de la historia: una suerte de Bob Dylan avant la lettre, pero con la pegada popular de Rosalía.

Como telón de fondo de este “poema escénico, musical y visual”, sus creadoras echan mano de una escenografía eficaz aunque absolutamente prescindible. En un indisimulado homenaje a los megaenvoltorios de Christo y Jeanne-Claude, Pazos, que además de directora ejerce como https://www.festivaldemerida.es/wp-content/uploads/2022/07/imagenes-de-escena-safo-3-900x600.jpgescenógrafa, se inventa un teatro romano en miniatura para envolverlo en ropajes del mismo rosa que inunda el resto del espectáculo. Y lo remata tan bien, que no hay manera de encontrarle las costuras.

No puede decirse lo mismo, empero, de la dramaturgia, en la que dominan los textos que Folguera ha compuesto zurciendo los fragmentos conservados de la autora lesbia con las leyendas en torno a su biografía. Aquí los costurones son evidentes, pues las más de las veces no aciertan a hilvanar dignamente entre sí las canciones compuestas por Rosenvinge a partir de los poemas sáficos. Tanto da, porque lo realmente singular del montaje es asistir al brillante (des)concierto de la cantautora madrileña.

Acompañada por un competente coro multidisciplinar —Irene Novoa, Juliane Heinemann, Lucía Bocanegra, Lucía Rey, María Pizarro, Natalia Huarte y Xerach Peñate—, la musa del indie español va desgranando, poco a poco, una banda sonora ocasional de altísimo voltaje que entresaca lo más granado del repertorio de la que fue considerada como la décima musa del Parnaso. El rock alternativo se alía con la electrónica y, puntualmente, con ritmos más folclóricos, para conformar un cancionero que está a la espera de ser registrado.

Entre canción y canción, las intérpretes se aplican en la vertiente más didáctica (y aburrida) del montaje, moviéndose por un espacio caprichosamente constreñido y abusando gratuitamente del (des)nudismo, entre constantes reconocimientos al influjo de Ana Mendieta, Paula Rego, Vanessa Beecroft, Patty Carroll o el Tsai Ming-liang de El sabor de la sandía, dando forma a un espectáculo de enorme plasticidad y emoción intermitente.

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