¡Cómo pasan los siglos!

Opinión - José Luís Arellano Herrera

www.nosolomerida.es | Opinión | José Luís Arellano Herrera | Parece que fue ayer, cuando llegamos a Emérita, hastiados de correr mundo, de peleas, sinsabores, cambios de destino, guerras por aquí y por allá y al final, como premio, ¡hala!, al valle de Anás en Hispania; y decían que a descansar porque ya estaba todo resuelto y que todo iban a ser agasajos.

Y efectivamente todo estaba resuelto para el Imperio, para nuestro Emperador Octavio Avgvsto también y para los políticos recomendados de la Curia sobre todo. Para los romanos que tenemos “estómago”, no todo estaba resuelto, ni para los que vemos una injusticia en los demás tampoco, por esa razón, me implico en la vida y en la defensa de lo nuestro y me tachan de “localista”; y es que sacar a la palestra los problemas de esta Capital no es cosa fácil.

Pero fijaros en una cosa, a nadie insulté y a nadie deploré; siempre me guió la buena intención, el deseo de haceros ver lo mejor, el buen camino, la ilusión, la defensa de nuestros valores que los tenemos y muchos, y esa va a seguir siendo mi lucha, hasta que los Dioses consideren mi final.

Me gustaría que esta ciudad fuera perfecta, que sus ciudadanos fueran los mejores del país, que fuéramos la envidia de todas las regiones, que se miraran en nosotros como en un espejo; pero para ello debemos dejar de un lado, la mala educación, ser más cívicos, más cultos, mejor hablados, más desinteresados, más realistas, más limpios, menos engreídos y más generosos y sobretodo más honestos.

Lógicamente a los ediles y a los gobernantes, sean del tipo que sean, ejecutivos, legislativos o judiciales, es a quién debo dirigir mis críticas y mis plegarias, porque ellos y solamente ellos, son los que pueden solucionar mis peticiones en beneficio del pueblo; así es que si en algo os molesté, os pido mil perdones, no era esa mi intención.

Pero fijaros, han pasado ya los últimos 40 años, pero hay cosas que jamás podremos entender los emeritenses, sobre todo cuando a nuestra ciudad con menos de 100.000 habitantes, que son más que suficientes para ostentar la capitalidad de la región, se nos están ocultando, limitando y excluyendo instituciones que por ley tienen que estar aquí y ya lo he repetido por activa y por pasiva mil veces.

Santiago de Compostela también es la capital de la región gallega, no siendo la ciudad más poblada de la región, pero se la respeta y se le han otorgado todas las instituciones que por ley le corresponden. ¿Porqué aquí en Mérida no?.

¡Claro!, cuando no queremos escuchar y entender, es muy fácil mirar para otro lado o tirar piedras al que te dice la verdad; pero a mi todavía no se me pueden olvidar aquellos pactos verbales, no escritos, que a unos les vinieron muy bien para hacerse con el poder político tan ventajoso y que aprobaron algunos con un solo apretón de manos, y a otros significativamente hasta para que los designaran “personas non grata” en esta ciudad y hasta se les adjudicaron grandes avenidas que el pueblo rechazó.

Naturalmente aquel “Tótun Revolutúm” les vino muy bien a las dos capitales de provincia, pues se repartieron la Universidad al 50% y a Mérida la dejaron con tres titulaciones que ya disfrutaba con anterioridad y dejaron a nuestro Ayuntamiento la obligación de tener que levantar edificaciones a tal fin en los terrenos de Cervezas El Gavilán.

Nos otorgaron el título capitalino para evitar la discusión de las dos capitales de provincia, pero nos dejaron huérfanos de algunas de las más importantes instituciones que por ley nos correspondían como la Delegación del Gobierno, la Delegación de Tráfico, la 3ª Zona de la Guardia Civil, etc., y eso sin entrar en el juego de manos que con nocturnidad y alevosía se hizo con nuestro Regimiento de Artillería Mecanizada Nº XI, siendo Mérida una ciudad eminentemente militarizada de siglos (a Cáceres ni se la tocó); nos quedaron huérfanos del Arzobispado Emeritensis y nuestro Archivo religioso desapareció como por encanto, y a pesar de ello todavía se nos tacha de “ciegos o iluminados” a los que únicamente damos la cara para reivindicar lo nuestro.

Por lo tanto, a unos y a otros, os pido que no me tachéis de nada en particular, porque no me debo a nadie, ni me gustan las medallas; yo tengo ya bastantes con las que me puso el Emperador y son demasiada carga. Así soy yo.

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