Ni vencedores ni vencidos

FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA - Tiresias

www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | LA ILÍADA | Al contrario de lo que proclama el título español de la versión hollywoodiense de los juicios de Nuremberg dirigida por Stanley Kramer en 1961, en la guerra de Troya no hubo vencedores ni vencidos. Así lo quiso el aedo Homero, autor de la epopeya más grande jamás contada, compuesta por veinticuatro cantos destinados a relatar,  fundamentalmente, eso que se ha dado en llamar “la cólera de Aquiles” pero que, en realidad, abarcan todos los acontecimientos ocurridos a lo largo de cincuenta y un días durante el que fue décimo y último año de la contienda que enfrentó a aqueos y troyanos.

 

Aunque sus protagonistas principales (Agamenón, Aquiles, Héctor, Menelao, Helena, Andrómaca, Áyax, Odiseo…) y algunos de sus pasajes más relevantes son archiconocidos entre los hooligans de la mitología clásica, hasta ahora nadie se había atrevido a meterle mano al paradigma de la épica marcial para llevarlo a escena en su totalidad, por lo que este montaje de ‘La Ilíada’ que hemos podido disfrutar en el Festival de Mérida presentaba, de entrada, las credenciales de un acontecimiento histórico.

El espectáculo, producido por Polyplanity en colaboración con el Festival de Atenas y traído a España gracias a la inestimable colaboración de la http://www.festivaldemerida.es//fotos/fotos_prensa/991/files/991_fichero_1.jpgOrganización Nacional de Turismo de Grecia —motivo por el cual le ha salido a precio de ganga a los gestores del certamen emeritense—, alcanza las cinco horas de representación en su versión íntegra, aunque para este bolo veraniego se ha visto reducido a poco más de tres con la noble intención de no acongojar de antemano al sufrido público festivalero, que, habituado a ligerezas intrascendentes,  se temía lo peor ante una propuesta presentada en griego moderno —gentileza del patriarca de la filología helena, Dimitris Maronitis— con sobretítulos en español.

Tras nueve meses de ensayo, este ambicioso proyecto se presentó al público el año pasado en Atenas, antes de pasar por Epidauro y realizar su primera salida al Teatro Nacional de Ámsterdam.  Y en 2014 visitará otros países, además de regresar a España del 17 a 19 de octubre, dentro del ciclo ‘Una mirada al mundo’, programado por el Centro Dramático Nacional  en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Esta información, pese a que pudiera parecer baladí, resulta capital a la hora de afrontar su juicio estético, pues avala su solidez y certifica su amplitud de miras.

Al frente de ‘La Ilíada’ se encuentra Stathis Livathinos, un director formado en la Russian Academy of Theatre Arts que fue responsable de la sección de nuevas tendencias del Teatro Nacional de Grecia desde 2001 hasta 2007. Fue en esa época  cuando comenzó a concretarse un proyecto que llevaba años rondándole y que él mismo asegura que no podría haber cobrado forma definitiva sin la complicidad de los quince actores que le acompañan desde aquella etapa.

Contemplando, con asombro, el resultado final, se adivina con claridad esa generosa confesión. Mientras vemos las andanzas de los héroes troyanos y aqueos sobre la escena, observamos, con nitidez, el trabajo de un grupo comprometido que dignifica el concepto de compañía. Los actores que se doblan a sí mismos para dar vida a una treintena larga de personajes son, también, atletas, bailarines, acróbatas… El insuperable elenco se confabula para ejecutar con precisión milimétrica la puesta ideada por Livathinos, una suerte de coreografía sutil y alegórica que mantiene un ritmo frenético durante una porrada de minutos.

La escenografía, readaptada al recinto romano, está dominada por un lago y por centenares de neumáticos que contribuyen a dibujar un paisaje postapocalíptico, más industrial que guerrero, la mar de efectivo. La elección de sendos elementos no es caprichosa, por supuesto, y a lo largo del espectáculo se van sucediendo numerosas evidencias de cómo sacarles partido.

La estampa, como podrán imaginarse, poco tiene que ver con la visión que Hollywood ha tratado de fijar (‘Troya’, Wolfgang Petersen, 2004), a base de guaperas musculados y mucha parafernalia. Aquí el atrezo es mínimo, el vestuario atemporal y el físico se emplea para desplegar un asombroso movimiento escénico, no para lucirlo. La luz y la música en directo, ajustadas a la perfección, contribuyen poderosamente a redondear el conjunto.

Al final, con la madrugada bien avanzada, al cronista no le queda más remedio que rumiar extasiado el mensaje pacifista del espectáculo —la inutilidad de la guerra, de todas las guerras— recordando las sabias palabras de Aris Troupakis, uno de los protagonistas de la tragedia: “Ser vencedor o vencido no depende del otro, eres tú quien decide qué ser”. O sea.

http://www.festivaldemerida.es//fotos/fotos_prensa/997/files/997_fichero_1.jpg

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