¿Seguirá el PP acomplejado mucho más tiempo?

Opinión - Carlos A. Caldito

OPINIÓN | ¿Seguirá el PP acomplejado mucho más tiempo, cuánto más seguiremos viendo cómo el Partido Popular sigue renunciado a sus ideas, sus valores y sus principios éticos o morales? ¿Cuál es la causa de que el PP haya poco menos que asumido que esas cuestiones son patrimonio de la izquierda y lo que es mucho peor, haya acabado haciendo suyas las consignas, las máximas, la retórica de de la 'progresía'? ¿Debemos entender que el Partido Popular no hará nada para cambiar la caótica situación en la que está postrada España? ¿Debemos entender que el PP solo se limitará a 'gestionar'?

Si en España actualmente existe un consenso generalizado es respecto de que estamos sumidos en un absoluto desgobierno: el partido de José Luís Rodríguez Zapatero (¿O tal vez sería más acertado decir de Ru-gal-caba?) y sus diversos aliados nos ha llevado a un caos de tal magnitud que cada día es más necesaria una profunda -radical- respuesta democrática; una política regeneracionista, dejando a un lado insensateces, indecisiones o actitudes timoratas.

Los españoles que no tienen por costumbre votar a Rodríguez Zapatero y compañía, se merecen, están necesitados de una representación política sin complejos, que llame a las cosas por su nombre, 'al pan, pan, y al vino, vino'; y una actitud de verdadera y real oposición.

Hablo de ideas y respuestas claras frente al desatino, al delirio constante en el que ha caído la política española y la amenaza a la que se enfrenta España como nación, e incluso, posiblemente su Constitución como salvaguarda de las libertades y el Estado de Derecho, o mejor dicho, de lo poco que aún queda del Estado de Derecho.

La terrible situación que sufre nuestra nación exige una oposición eficaz, con estrategias claras y con un objetivo fundamental: desalojar al actual gobierno de España en las próximas elecciones generales, con procedimientos escrupulosamente democráticos. Es urgentísimo, con seriedad y sin temores de clase alguna, poner en marcha un proyecto concreto y claro, y con visión de futuro y de durabilidad.

Para que el proyecto de regeneración de España sea perdurable, se deberían hacer llegar al electorado con suma claridad valores diferenciados, de aquellos de la autodenominada izquierda, generalmente publicitados demagógicamente y con un bonito envoltorio, pero opuestos siempre a la auténtica libertad individual y al verdadero progreso.

La ideología política de la izquierda española -en el supuesto de que tal ideología exista- puede ser puesta en evidencia si se entra en el debate de las ideas y se esgrimen argumentos mínimamente serios.

La primera batalla que hay que librar, y ganar, es la de las ideas, a la vez que se le muestra al electorado el sistemático sectarismo de la izquierda 'oficial', la falacia de que tienen una cierta 'superioridad moral' de la que los demás carecen, y su constante recurso a la desinformación, a la manipulación de la realidad... Hay que ganar la batalla de la credibilidad, condición imprescindible para recuperar la confianza de los españoles.

Por ejemplo, un asunto fundamental es la mil veces aplazada reforma del Poder Judicial. Es imprescindible acabar con el 'desgobierno judicial' que actualmente sufrimos. Es hora ya de que los jueces se sujeten al imperio de la ley (y no al revés), que en España se respete escrupulosamente la Constitución, y se acabe con la sensación general de arbitrariedad e inseguridad jurídicas que actualmente padecemos. Los españoles no merecemos la 'injusta justicia' que padecemos, lenta, cara y arbitraria; hay que acabar con la idea que tiene la mayoría de los españoles, tanto de la judicatura, como de la 'clase política', de que son dos castas privilegiadas que gozan de impunidad e inmunidad absolutas.

Las resoluciones judiciales, sus argumentaciones, deben estar basadas en el articulado constitucional y no en las opiniones y preferencias ideológicas de jueces particulares; independientemente del tribunal o de la instancia de que se trate.

Otra cuestión, no precisamente de escasa importancia, son las relaciones que nuestro país debería tener con los líderes demagógico-populistas y neo-marxistas de Sudamérica.

También es imprescindible acabar, de una vez por todas, con la situación de transitoriedad en la que España está instalada, en ámbitos en los que debería haberse ya alcanzado un acuerdo perdurable, un consenso nacional, un acuerdo de mayorías que asegure estabilidad y durabilidad. Posiblemente somos el único país occidental que en cada legislatura se cuestionan el sistema de enseñanza, la política exterior, el sistema sanitario, el sistema tributario, el modelo de Estado (¿Cuándo se acabará de configurar el llamado 'estado de las autonomías'? ¿Lo verán nuestros nietos? ¿Cuándo se dotará al Senado de atribuciones y se definirá con precisión su finalidad? ).

Es urgente que la gente corriente deje de tener la sensación permanente de que en España las reformas nunca se acaban.

Otra cuestión de la que se ha de hablar de forma clara y valiente, y sin tapujos, es de los enormes males que está ocasionando en España la llamada 'perspectiva de género', y su aplicación (con perversos y terribles resultados) en las diversas leyes llamadas eufemísticamente 'de igualdad': Ley de divorcio, ley 'integral contra la violencia de género', ley de igualdad...

No nos engañemos, el laicismo no es el punto de arranque de la llamada Educación para la Ciudadanía, sino la ideología de género, una forma de neo-marxismo absolutamente perversa, que fomenta la confrontación de sexos y persigue un sistema de 'apartheid' según el sexo de las personas, y cuyo último objetivo es la destrucción de la familia tradicional y la implantación de una 'homo dictadura'... El mayor fraude de esta 'ideología' es asumir que la agenda propuesta por las feministas se realiza en verdad para beneficio de las mujeres. Si el feminismo fuera realmente liberador, promovería relaciones armoniosas entre ambos sexos y fortalecería la familia; sin embargo, la agenda feminista, al hacer lo contrario, perjudica a la mayoría de las mujeres, y por descontado a los hombres. Como resultado de una eficaz propaganda (todo hay que decirlo) divulgando falsedades y medias verdades, la gente de buena voluntad, la gente 'educada', ha ido aceptando todo el discurso demencial del feminismo sin hacer apenas cuestionamientos.

Los 'intelectuales no socialistas' no deberían dudar en exponer en los medios de comunicación y en los entornos donde gocen de predicamento, las ideas que verdaderamente están en la dirección del constitucionalismo, la sensatez y la cordura; aun a riesgo de ser tildados de 'fachas', 'reaccionarios', 'homófobos' y lindezas por el estilo.

No se olvide que la izquierda oficial hará siempre uso de su demagógica maquinaria propagandística, se dedicará a presentar a quien ose discrepar con la verdad oficial, como hostil a las mujeres, a las minorías, a los niños, al medio ambiente, a la naturaleza, a los animales, a todo quisqui.

Nunca faltarán activistas de la izquierda más fundamentalista que emprendan campañas destructivas y atroces contra todo el que se atreva a discrepar. Esos llamados 'defensores' de los derechos y de las libertades civiles, los sindicatos, organizaciones y grupúsculos diversos, afirmarán que quienes disientan del 'pensamiento Alicia' poseen una visión del mundo y de las relaciones interpersonales tan estrecha que no tiene cabida en este maravilloso e idílico país en el que vivimos, gracias a ellos.

En suma, la izquierda y sus medios de comunicación afines pintarán a los discrepantes como personas 'anacrónicas', con opiniones personales diferentes a las de la mayoría de la sociedad española, recurrirán cuantas veces sean necesarias a tergiversar la realidad.

Frente a esta estrategia, la única opción es mostrar con datos, hechos y claridad los fundamentos que sostienen 'su ideología' y las maneras en que esa ideología influye negativamente en el bien y el progreso de los ciudadanos españoles.

Es imprescindible, urgente, abandonar toda clase de complejos y temores. Da lo mismo lo que se aborde, da lo mismo lo que se argumente, la 'izquierda oficial y políticamente correcta' utilizará siempre idéntico 'modus operandi': la demonización del adversario, la conversión de gentes honradas en personajes diabólicos.

Siempre la misma historia, siempre la misma película de destrucción. Pero no se olvide que esto es casi lo único que pueden hacer porque su ideario -si existe de verdad- es incapaz de competir intelectualmente con los principios de la gente no socialista.

Ahí está la causa de la soberbia, y el dogma basado en la falsedad de que la izquierda es moral e intelectualmente superior.

La actitud de la izquierda confirma la desesperación en que hace ya mucho tiempo que ha caído esa 'ideología'.

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