Los representantes de APAG y ASAJA en Extremadura son una vergüenza para su organización y para el sector al que representan.

Extremadura

www.nosolomerida.es | Las recientes declaraciones de los presidentes de las dos ramas de ASAJA en la región indignan al sector ecologista por su interpretación absurda y maniquea de lo que supone el Cambio Climático.

Ambos representantes vienen buscando la confrontación con el mundo ecologista desde hace tiempo y parecen haber encontrado ahora, en el drama del coronavirus, el caldo de cultivo idóneo para absurdos argumentos.

Hace escasamente un mes, en una entrevista publicada por el diario HOY el 24 de abril, Ángel García Blanco, presidente de ASAJA-Extremadura, tildaba a los ecologistas de «bandas» y «canallas» y se preguntaba dónde estaban durante la pandemia mientras él limpia las calles para combatir al coronavirus. Empleando un lenguaje más propio de un camorrista de bar que de un representante de una organización tan importante como la suya, Ángel García expresaba, con frases burdas, su desprecio por todas aquellas personas que se preocupan y trabajan por el medio ambiente de la región.

Pero no contentos con la sarta de mentiras y difamaciones de este señor, ahora su alter ego en APAG-Extremadura ASAJA, Juan Metidieri Izquierdo, quiere competir con él y aprovecha una entrevista realizada para el periódico Extremadura 7 Días, publicada el 17 de mayo, para arremeter de nuevo contra el sector ecologista, haciendo gala, dicho sea de paso, de una ignorancia supina en lo que respecta a los efectos del sector agro-industrial sobre el clima y la salud del planeta. Así, ha sentenciado que los argumentos en favor de la transición hacia una agricultura y ganadería ecológicas “son cuentos de unos cuantos manipuladores”, para terminar preguntándose “¿Dónde han estado las Gretas Thunberg durante la pandemia?”.

Ecologistas en Acción de Extremadura entiende perfectamente que estos dos personajes estén en contra de implantar otro modelo que no sea el que, hasta ahora, les ha reportado pingües beneficios personales: no solamente en forma de rendimiento de su trabajo, sino también de sustanciosas subvenciones que acaparan, tanto a nivel de organización como personal, y que multiplican por 1.000 las que puedan recibir determinadas asociaciones ecologistas. Es evidente que, para estos grandes terratenientes ligados a la patronal CEOE y muy cercanos a posiciones políticas de derechas, el cambio que necesita la sociedad hacia un mundo más ecológico y solidario no es algo que ven con buenos ojos.

Pero es insultar a la inteligencia ajena el tomar únicamente como referencia el dato del descenso de los niveles de contaminación –que, además, se corresponde sólo a las grandes ciudades- para intentar convencer a la sociedad de que la agricultura y la ganadería industriales no producen ningún daño sobre el medioambiente y la salud de la población a nivel global. Y desde luego, deberían ser una vergüenza para las organizaciones y personas a las que aparentemente representan y que, se presupone, les exigen seriedad, moderación y exactitud en sus comentarios a los medios.

Las miles de toneladas de fitosanitarios, pesticidas y fertilizantes químicos vertidas por la agroindustria, que acaban en nuestros ríos y que, aparte de contaminar el agua que bebemos, favorecen el desarrollo de especies invasoras como el camalote y el nenúfar mexicano en el Guadiana, o la azolla en el Tajo. El hacinamiento y las malas condiciones de vida de los animales que se utilizan en la ganadería industrial, a los que se infla de antibióticos y otros medicamentos para evitar el desarrollo de enfermedades que son mucho menos frecuentes cuando los animales viven en buenas condiciones físicas y psíquicas. Las ingentes cantidades de agua necesarias para regar los cultivos de regadío en una tierra que es de secano y que, cada vez, lo será más debido precisamente al cambio climático. El despoblamiento rural, asociado a la utilización de maquinaria de forma masiva y a la concentración de tierras en manos de unos pocos. La externalización de la producción de muchos alimentos a otros países, donde sale “más barato” producirlos porque la mano de obra es casi gratuita. Todos esos, señores Metidieri y García Blanco, son los verdaderos problemas del modelo agro-industrial que ustedes defienden, y no las “bandas” de ecologistas a los que el lobby al que representan ha identificado como enemigo máximo a derrotar.

En realidad, estos personajes utilizan al ecologismo sólo como un chivo expiatorio que necesitan para seguir aguantando un poquito más ante el derrumbe del modelo que defienden y que no tiene cabida en el mundo del futuro, pues saben perfectamente que la reconversión del sector agro-ganadero es irremediable. Los colectivos ecologistas están expectantes a la espera de que, en lugar de atacar y ofender, estos representantes agrarios expongan algún día cuál es la estrategia con la que esperan que el sector afronte y se adapte a estos retos. O, quizá, sólo esperan a que termine hundiéndose para poder demandar así más ayudas económicas.

Lo más que ha dicho el señor Metidieri es que “Tanto el Estado como la Unión Europea deben enfocar sus esfuerzos a garantizar la salud, la alimentación y el mundo rural”. Y eso es, precisamente, lo que ocurrirá: para que el mundo rural sobreviva, para que la salud y la alimentación de la población mundial puedan estar garantizadas, los países más avanzados ya se están dando cuenta de que el modelo agro-industrial es injusto e insostenible, y debe desaparecer o quedar reducido al mínimo indispensable.

Y, respondiendo a la pregunta del señor Metidieri, ahí es precisamente donde han estado las organizaciones ecologistas durante este tiempo de pandemia: haciendo lo que deben hacer, su trabajo, que es seguir vigilando y presionando al Estado y a la Unión Europea y a quien sea preciso, para que sigan avanzando en la protección del medio ambiente y de la salud de todas las personas, y no sólo en favor del beneficio de unas pocas interesadas en que nada cambie.

Pero eso, además, lo han hecho muchas de las personas que forman las ONG´s durante su tiempo libre. Durante su jornada laboral han seguido enfocadas en sus trabajos, tan importantes o más que el de estos señores, pues entre los/as ecologistas que estos señores desprecian hay personas sanitarias, profesoras, barrenderas, funcionarias, comerciales, científicas, agricultoras, ganaderas, abogadas, ingenieras, costureras, pescadoras, obreras… en definitiva, de todas las ramas de la actividad económica de este país, mal que les pese.


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