Sin altura
Escrito por Tiresias Viernes 02 de Agosto de 2019 00:00
www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | Metamorfosis | Ante el acontecimiento teatral de la temporada —el que ha despachado (casi) todas las localidades antes de su estreno; el que se ha dejado robar un día de descanso a cambio de regalar una función más al respetable y, por consiguiente, al bolsillo cimarrón; el del ‘dream team’ actoral—, lo primero que cabe preguntarse es si realmente hay para tanto. Y la respuesta, como cabía esperar, es que no. Que sí. Que hay. Pero no para tanto. Que es lo que suele pasar, en la vida y en el arte, cada vez que alguien promociona por encima de sus posibilidades: las expectativas se disparan y luego viene el chasco.
Más pronto que tarde, los actuales programadores del Festival de Mérida deberían asumir algo que se evidencia año tras año: la adición de cantidad más popularidad no siempre es igual a calidad. De hecho, las más de las veces, los dos miembros de esa endiablada ecuación son inversamente proporcionales, por mucho que a la hora del balance los voceros paniaguados se empeñen en justificar lo contrario midiendo el éxito únicamente en cabezas de ganado y billetes de euros.
María Hervás, una de las protagonistas del extraordinario suceso, le sigue el rollo a la parte contratante y encaja esta propuesta en esa estrategia consolidada en los últimos ocho años tirando de argumentario oficialista: “son unos cuentos mitológicos muy del estilo de lo que se hace ahora en el Festival de Mérida, con un punto comercial pero con altura”. Aunque con altura se mueven mejor Rosalía y J Balvin, qué quieren que les diga.
El caso es que la libérrima versión de las ‘Metamorfosis’ de Ovidio que ha llegado al Teatro Romano arrasando en taquilla venía precedida por su éxito neoyorquino: en tan solo cuatro meses —a caballo entre 2001 y 2002—, la posmoderna revisión que Mary Zimmerman hizo de esa especie de diccionario enciclopédico de la mitología clásica pasó del off-Broadway al Broadway oficial, cosechando al mismo tiempo premios y aplausos, y a día de hoy es un clásico de la dramaturgia contemporánea.
David Serrano, que la ha adaptado y dirigido para el público español, quedó maravillado ante “la mezcla de tragedia, comedia, drama… de lo oscuro a lo luminoso” del original. Y para mostrarle fidelidad, ha pergeñado, a su manera, un lenguaje poético y (presuntamente) profundo para los episodios más serios y se ha dejado contagiar por el habla de la calle y los guiños ‘millenials’ para las estampas más desenfadadas. Esa mezcolanza arroja un resultado altamente irregular en el que, paradójicamente, rayan a mayor altura las escenas que peor conectan con el público.
Lo mejor que ofrece el espectáculo es la posibilidad de admirar, ‘one more time’, una espectacular escenografía de Mónica Boromello —que vuelve a exprimir la escena romana disponiendo sobre ella un refrescante estanque de nenúfares—, una creativa iluminación de Juan Gómez Cornejo —que supera de largo su faceta técnica multiplicando ambientes y definiendo caracteres— y un exquisito vestuario de Yaiza Pinillos —decenas de ‘outfits’ que recorren la historia y el mundo de cabo a rabo—.
Todo ello sirve para ilustrar con preciosismo algunos de los episodios más sugerentes cantados por Ovidio, cuyos quince libros y docenas de mitomanías quedan aquí reducidos a un prólogo, ‘Cosmogonía’ —que explica el origen del mundo—, seguido por diez estampas que recrean las tribulaciones de mitos tan populares como el rey Midas, Orfeo y Eurídice o Eros y Psique.
Lo que pasa es que el texto de Zimmerman-Serrano peca en exceso de discursivo, y el cronista tiene la sensación de que será mucho más disfrutable leído —cuando le llegue su turno— que visto y oído sobre las tablas, donde la narración a varias voces termina haciéndose demasiado pesada. Es lo que sucede siempre que las historias apuestan por la didáctica antes que por el diálogo y la acción: la emoción se resiente.
Los integrantes del autoproclamado ‘dream team’ son, a saber, Pepe Viyuela —histriónico—, Edu Soto —(auto)encasillado—, Adrián Lastra —espídico—, Pilar Castro —sutil—, Belén Cuesta —cómica—, Secun de la Rosa —polifacético—, María Hervás —postulante—, Ángela Cremonte —elegante— y Pepe Ocio —eficiente—. Ah, y también sale Concha Velasco.