Leal oposición o indignidad

Opinión - José Luís Arellano Herrera

www.nosolomerida.es | Opinión | José Luís Arellano Herrera | La degeneración en términos de militancia política, es algo que siempre ha existido y va a seguir existiendo, porque es algo consustancial al hombre en el ámbito asociativo, salvo que se ponga remedio jurídico o político a ello.  

Se suele dar más en épocas próximas a procesos electorales y  tendríamos cientos de casos para ponerlos como ejemplo y es verdad, que esa  permisividad jurídica y política, no solo no satisface, ni mejora nada, ni a nadie, sino que además, termina por desencantar a los pocos ciudadanos  que quedamos pensando, que todavía en política y por ese camino, se pueden conseguir cosas importantes para una convivencia pacífica del pueblo.  

La regeneración  política, no solo es buena para los propios Partidos, sino que es necesaria, para que la ciudadanía en general, siga creyendo en política y en los políticos y para que el camino de nuestra Democracia, siga su curso recto y sin tropiezos.

Si seguimos por la misma senda en la que nos encontramos, es decir, admitiéndolo todo, se va a dar la sensación, de que se han terminado los “idealistas”, que afortunadamente, solo luchamos por mejorar la sociedad y que solo seguimos el camino de la política de forma altruista, y luego están los que padecen de inflamación de “estómago”, o  los  bien llamados “pancistas”, que tanto abundan.

Al principio de mis comentarios aludía, que suelen darse los problemas de degeneración política, cuando se aproximan los procesos electorales como ahora, pero no es menos cierto, que existen determinados políticos, que se saltan a la torera todas las normas  de  convivencia y pierden la vergüenza, tomando actitudes que en nada tienen que ver, con lo que debe ser la verdadera política en democracia.

Y me refiero exactamente a los que por infortunio están en la oposición o mejor dicho, a los que deberían considerarse leal oposición. Y hago estas reflexiones pensando en el Sr. Aznar; que habiendo sido Presidente de España durante ocho años, se atrevió a tirar porquería y desconfianza en contra de su propio país, en las “charlas” -por decirlo de alguna manera-, en los EE.UU., dándose perfecta cuenta del desprestigio y la alarma social y económica que con ello ocasionaba a España y no advirtiendose, de que todo el veneno que escupía hacia arriba, le está cayendo encima ó aliándose como se alió con el dictador de Libia, el asesino Muamar Al Gadafi, a sabiendas de que se trataba de un criminal sin precedentes en la historia de aquel país, presumiendo de su “amistad  equina  y  extravagante”, como él suele decir y presumir por ello.

¿Es éste, el tipo de competidor político que pretendemos en la oposición de nuestro país para los próximos años, o preferimos en el ámbito municipal a alcaldes que terminan enriqueciéndose de forma meteórica, pensando, que vamos a mejorar el aspecto de nuestras ciudades y nuestro nivel de vida, legislando leyes que obliguen a los sin techo, a dejar de dormir en la calle siempre que haya recursos públicos y gratuitos suficientes, expulsando a los indigentes, los humildes, los desamparados, los infelices, etc., etc. seguramente para repartir a más?.

Lo mismo mejoramos nuestra situación jurídica, tapándole la boca a unos y abriéndoselas a otros por el mismo delito, o aquí se salva, el que más recomendación tiene?.

Vergonzoso!, ¡sencillamente vergonzoso!, porque una cuestión es estar en la oposición con dignidad, controlando a quien gobierna por si se equivoca y otra muy distinta, es la persecución, la indignidad, la infamia, la crápula, la vileza o la injusticia...

¿Entonces, cómo es posible que personas que preconizan casi a diario, fundamentos y formas de vida, en las que predominan, el fomento de la moralidad en los negocios, en las profesiones, en la política y en las relaciones sociales, puedan caer en la baja torpeza de inducir a sus congéneres a la calumnia, al atropello malintencionado, al comentario dañino, al malestar social y todo para conseguir metas no merecidas por ese medio; en definitiva: ¿La ambición personal?.  

Yo no entiendo que para situarse en política, solo valga el insulto, la humillación y la injuria al adversario; de ahí mi descompostura y mi alteración en determinados momentos que nunca pretendo ni deseo.  Hablamos con demasiada ligereza de los conceptos filosóficos “moralidad” y “ética”, pero practicamos desgraciadamente bien poco estas normas mínimas de convivencia en nuestra sociedad.  

La “ética”, nos obliga a mantener actitudes y formas de vida, que debemos demostrar día a día, y no podemos hacer gala de ella, y despojarnos de la misma, al primer traspié.  ¿Entonces, de que tipo de Ética estamos hablando, cuando insultamos y ponemos en entredicho al adversario político?.

Mi filosofía moral, ¡la mía!; coincidiendo con esta opinión, ve en la virtud, una disposición estable de la voluntad para acomodarse a las normas morales. La virtud no es innata; debe adquirirse con el ejercicio, o sea, con la reiteración de actos buenos; pero es una pena que nosotros no seamos capaces de continuar esa buena senda, porque siempre hay alguien que nos la cambia.  Y a nosotros, no hay quien nos cambie.  ¿Somos ángeles o demonios?.

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