El gran prestidigitador o el caso de las fundaciones sobrantes

Opinión - Cartas

Las fundaciones, consorcios y patronatos que han proliferado como hongos durante los años de esplendor del actual régimen, “no son mantenibles en el actual contexto”, dice el presidente de la Junta Fernández Vara y, a continuación, añade sin ruborizarse que, si gana las próximas elecciones, los reducirá. La verdad es que se hace muy difícil mantener el temple ante las declaraciones, mezclas de promesa y arrepentimiento, con que el presidente nos obsequia en su periplo preelectoral. Pide perdón por no haber pensado antes que a la estructura clientelar que preside hay que “quitarle grasa, lo que significa repensar muchas cosas”. ¿Es esto ingenuidad, candor o cinismo puro y simple? El presidente de la Junta de Extremadura acaba de descubrir que el régimen, del cual ha formado parte activa durante al menos cuatro legislaturas, mantiene organismos que no sirven a ningún propósito útil y que, por tanto, no pasa nada si se los elimina.

La realidad es que, durante todos estos años, se han creado fundaciones, empresas públicas, consorcios, etc sólo de nombre. Y se ha hecho para satisfacer ambiciones personales y de partido. Si se hubiesen tomado realmente decisiones políticas, y se hubiese seguido el camino marcado por la sensatez (y la legalidad), no estaríamos ahora como estamos. Se han invertido cientos de millones de euros para financiar ocurrencias de amigos, disparates empresariales de conocidos, proyectos objetivamente insostenibles en el tiempo y mucho más.  En fin, actuaciones completamente alejadas de las verdaderas demandas de la sociedad extremeña, que no eran otras que lograr construir una sociedad de convivencia democra?tica conforme a un orden econo?mico y social justo.

Se ha conseguido todo lo contrario. Estamos peor que al principio. No sólo no hemos avanzado, sino que como el tiempo demostrará, hemos retrocedido. La arbitrariedad con la que se ha actuado ha fomentado el enfrentamiento entre ciudadanos y  que, en estos momentos de crisis, cuando más necesario es formar consensos y actuar de una forma unida y diligente, nuestra sociedad esté más polarizada y enfrentada. Todo lo construido se desmoronará. No hay dinero para mantenerlo. Poco a poco irán cerrando instalaciones, desapareciendo servicios públicos y la gente emigrando. Esto último no es un futurible. Ya está pasando. Nuestros políticos se han comido el futuro de nuestros hijos.

El tiempo y la objetividad muestran  la verdadera talla política y de gestión de un servidor público. Y aquí, en Extremadura,  nos encontramos con que el partidismo, amiguismo e ignorancia que han presidido la toma de decisiones en materia económica y política colocan a nuestros representantes públicos en una situación muy delicada. Pidiendo perdón y dando todo tipo de excusas infantiles y explicaciones absurdas en unos sitios y, en otros, sacando pecho. Y si mucha culpa la tienen los que nos han gobernado, la dejación de funciones de los encargados de la oposición (que lo único que han sabido hacer es esperar su turno a ver si gobernaban alguna vez), no ha hecho más que facilitar y colaborar en todo este despropósito.

Los ciudadanos ya no tenemos ni la mala excusa de dar un voto de confianza, a ver como resulta. El resultado ya lo tenemos y no da para más. Llegados a este punto, o les recriminamos y censuramos su actuación, o nos convertimos en cómplices de la misma. Las elecciones las tenemos ahí. Hay otra forma de hacer política y gestionar los intereses públicos.

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